“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28

Covid 19

Un pastor amigo dio positivo al Covid 19. Tenía la responsabilidad de predicar en una semana de oración en el distrito de otro pastor, algo retirado. Sin embargo, llegó el momento de presentarse y aún no podía asistir debido al diagnóstico anteriormente presentado.

Recibí la llamada durante la tarde de ese día; la propuesta era que fuera a predicar en lugar de mi pastor amigo (esto es común entre pastores). Con gusto acepté, cancelando mis actividades de agenda, debido a la situación real que impedía su asistencia. La semana de oración tenía un tema general “El Espíritu Santo”; correspondiente para ese día estaba comprometido a hablar del arrepentimiento. Ya tenía listo un sermón en esa dirección, por lo que, con un poco de práctica en las horas que quedaban de aquel día, me dispuse a partir hacia la Otra Banda, lugar a donde debía asistir.

Generalmente, los pastores con pocos recursos solemos iniciar el ministerio en vehículos de dos gomas (motores); allí estaba, abrigado, con guantes y casco. Listo para dar inicio al viaje. Después de orar, emprendí entusiasmado a cumplir la misión por la cual Dios me había elegido. Lo último que me llegó a la mente era que mi vehículo iba a fallar en medio de la carretera.

El Susto

Sí, tal como lees, aquella noche recibí un susto al sentir que uno de los cables (aquí le llamamos cloche) se partió sin permitirle a este principiante nada más que abortar la misión. Mientras conducía con las intermitentes encendidas, oraba al Señor y le preguntaba qué hacer: “¿me devuelvo, hago la llamada y cancelo?” o “¿me detengo?”; “tal vez llegue a la siguiente comunidad, busque allí algún mecánico y pues resuelva”, decía en mi mente. La respuesta llegó.

Seguí avanzando lentamente hacia la comunidad que estaba a unos pocos metros. Llegué a una bomba de gas que había allí, y salió el empleado de aquella noche. Preguntó qué necesitaba, y con mirada sospechosa se acercó. Después de presentarme como pastor y explicarle mi situación, se dispuso a brindarme información sobre algunas opciones para resolver. Entre ellas el cambio del cable (de cloche), la única opción en realidad. Inmediatamente me contacto con el pastor hacia donde voy para informarle la situación y cancelar el compromiso. Este se negó y me dijo que no me preocupara, sino que me iría a buscar personalmente. Solo tenía que esperar.

Guardar el motor

Luego de llamar al pastor amigo, y pedir a una de nuestras hermanas que me permitiera guardar en su casa el motor (tenemos una iglesia en proceso en esa comunidad), volví hacia el encargado de la bomba. No había terminado con él. Este se me acercó y me preguntó para confirmar, “¿entonces usted es pastor?”. Afirmé y de inmediato comenzamos a hablar. Me dijo que era hijo de pastor evangélico. Me presenté una vez más, ahora con más formalidad. Después de darme algunos consejos para evitar viajar de noche en motor a esa distancia, le hice una pregunta.

¿Qué te han enseñado?

“¿Qué te han enseñado de los adventistas?” No se la esperaba en realidad y, después de algunas balbuceadas, me dijo que no éramos considerados muy cristianos por la mayoría. Esta era mi oportunidad de enseñarle acerca de nosotros, y entonces, de pie, con la Biblia en mis manos, me dispuse a compartir qué es la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Comencé por la carátula, nuestro nombre. Advenimiento, séptimo día, etc. Tenias que ver su rostro. Estaba sorprendido de aquello que escuchaba, nunca nadie se lo había contado de esa manera. Todo prejuicio allí quedó. Con detenimiento le hablé del sábado, el cambio de calendario, la segunda venida. Este fue un estudio bíblico completo en tan solo 40 minutos. Le enseñé algo de hermenéutica bíblica, y lo invité a la iglesia que se estaba formando en la comunidad que, aunque me dijo que solo laboraba allí, tenía planes de mudarse en los próximos días.

Me dijo que si todo lo que decía era cierto, “la idea de los adventistas no está equivocada, entonces”. Y que las demás religiones solo querían dañar la imagen, o hacernos parecer peor de la cuenta. En defensa de aquellos que ignoran quiénes somos o qué creemos, le dije que sencillamente son cristianos sinceros que necesitan ser enseñados. Que no se preocupan por aprender de la Biblia, sino de agentes humanos…

Sinceramente pensé que mi misión se hacía realidad cuando veía en su rostro la satisfacción que solamente la verdad puede dar. Fue una noche única.

Dios sabía lo que estaba haciendo.

El pastor llegó. La conversación estaba muy buena, y yo no olvidaré las palabras que salieron de los labios de Wilfrido aquella noche, “Dios permitió que se le dañara el motor para esto”. Asentí, y, recordando cuál era la razón real por la que estaba varado en la bomba de gas, me dispuse a orar con él y por él para que Dios lo ayude a poner en práctica las verdades que había aprendido.

Los verdaderos hijos de Dios no están en el mundo por estar, ni le suceden las cosas por sucederles no más; a quienes Dios llamó con un propósito, los usará de acuerdo con la medida que estos se dispongan a ser usados. Aquella noche estaba lejos de mí que Dios quería que predicara un primer “sermón” antes de subir al pulpito.

Aunque no te miento, cuando me di cuenta de que el motor falló, inmediatamente me pregunté por qué si iba a cumplir mi deber. Sin embargo, una oración me rescató de mi humanidad y me recordó que de mí se encargaba Dios.

  • Si amas a Dios, él se encargará de ti.
  • Si amas a Dios, todo a tu alrededor acontece con un objetivo.
  • Si amas a Dios, no hay que temer a tu llamado a servir.
  • Si amas a Dios, tienes el derecho de reclamar sus promesas.
  • Si amas hoy a Dios, el hará de ti un instrumento útil para hablar de tu fe con alguien, servirle, y mostrarle cómo es ese Dios.

¡Dios te bendiga!

Pr. Nirson Castillo

Es pastor del distrito el refugio, en bávaro, perteneciente a la asociación dominicana del este